Acorazado España




Acorazado EspañaEl acorazado España
Pertenecia a la clase de acorazados del mismo nombre, conocido anteriormente como Alfonso XIII y rebautizado en el año 1931. Inglaterra suministro muchos materiales para su construcción, incluidos todos los cañanes (Armstrong).
El armamento principal, 8 cañones de 305 mm, fueron instaladas en 4 torres dobles, de ellas la de proa y la de popa con eje en el plano de simetría, mientras que las dos centrales estaban dispuestas a los lados asimetricamente, estando la de estribor mucho mas a proa que la de babor, de modo que ambas tenian libre el campo de tiro tanto por estribor como por babor.
Los 20 cañones de 152 mm estaban instalados la mitad por cada banda en la cubierta de bateria, instaladas en casamatas giratorias.
El aspecto era muy armonioso pues el casco era de cubierta corrida, sin castillo y con una sola chimenea en el centro. Dispuestos de modo simetrico a la chimenea habia dos mastiles, dos superestructuras para los puentes y las torres de la artilleria. Los dos mastiles eran de tripode, cada uno con un puntal para levantar los botes. Además el de proa llevabala cofa para la dirección de tiro.
El aparato motor constituido por cuatro turbinas, una para cada eje de las helices, eran alimentadas por 12 calderas de vapor instaladas en 3 salas.

Características

  • Astillero: El Ferrol
  • Desplazamiento: 16.450 tons apx.
  • Dimensiones: 139'9 x 23,8 x 7'7 metros
  • Propulsión: 12 calderas Yarrow, 4 turbinas Parsons y 4 hélices; 20.000 cv (22.000 forzando calderas);19'5 nudos
  • Combustible: 1900 ton.
  • Autonomia: 6000 millas
  • Tripulación: 854 hombres
  • Protección: Faja baja de 230 mm, 150 mm en la media y 75 mm en la alta. 100 mm y 50 mm en los extremos de proa y popa, respectivamente; 250 mm en las torres de grueso calibre y puesto de mando;batería media protegida por planchas de 75 mm; cubierta protectora de 25 mm a 50 mm; inicialmente,portaron 20 tangones para redes antitorpedo
  • Armamento: 8 cañones de 305/50 mm; 20 cañones de 102/50 mm; 2 cañones AA de 47 mm; 2 piezas de desembarco de 70 mm y 2 ametralladoras Maxim.
Estos son datos correspondientes a la última remodelación del buque, el armamento antiaéreo que tenía instalado el acorazado el día 30 de abril de 1937 parece ser que había sido ampliado y era muy superior al arriba indicado, pero no poseemos datos exactos. 
planos acorazado españa
*Los datos aquí publicados han sido contrastados con varias fuentes.

El hundimiento del acorazado España I


Acorazado España, hundiéndose, fotografiado desde el destructor Velasco.

El 30 de Abril de 1937 el acorazado España, que formaba parte de la marina sublevada contra el Gobierno de la República, fue hundido a la entrada de la bahía de Santander, en el hundimiento intervinieron los aviones Gourdou de la Aviación Republicana, de forma mas o menos decisiva según las fuentes que se elijan, por ello este trabajo intentará arrojar la mayor cantidad de luz posible sobre ese asunto.

Asimismo existe hasta nuestros días una cierta confusión sobre los diferentes tipos de aviones Gourdou-Leseurre GL-32 (LGL-32) que actuaron la aviación gubernamental del Norte en los inicios de la guerra, y también sobre esos mismos aparatos que posteriormente combatieron encuadrados en el Grupo 71 de las FARE (Fuerzas Aéreas de la República Española).

El Gourdou-Lesurre GL-32 se trataba de un antiguo modelo de caza de L'Armee de l'Air, que había estado en servicio como caza hasta 1934 y como aparato de escuela hasta 1936.
Gourdou-Lesurre GL-32
Entre otras cosas se pretende aclarar que características tenían los modelos de este avión que atacaron al acorazado España bombardeándolo el día 30 de abril de 1937 cuando se produjo su hundimiento. Y al mismo tiempo queremos disentir de parte del articulo que sobre la actuación del piloto Antonio García Borrajo escribió Rafael A. Permuy López en la REHM (Revista Española de Historia Militar). En dicho articulo Permuy López hace un análisis erróneo del papel de los Gourdou en el hundimiento del acorazado España.

Rebatiremos a Permuy López basándonos en sus propias fuentes, ya que opinamos que no supo interpretar correctamente los hechos al cometer el grueso error de duplicar la distancia desde Sondika a la ubicación del España, error que situaba a los Gourdou fuera del escenario en los momentos clave.

Corregidos los tiempos según la distancia correcta, el panorama es absolutamente diferente, ya que se demuestra que los aviones tuvieron tiempo de sobra para estar sobre la vertical del España cumpliendo los horarios conocidos.

Aunque lo mas seguro es que la causa principal del hundimiento del acorazado fue el choque con una mina, motivado por el movimiento del buque para tratar de eludir el ataque de los aviones (de ahí la importancia de la presencia de dichos aviones a las 7,30 horas), ya que el impacto parece ser que se produjo en la parte de popa.

Pero también es casi seguro que simultáneamente o posteriormente al contacto con la mina recibiese algún impacto de los Gourdou como desarrollaremos mas adelante, ya que existen demasiados testimonios en la memoria popular de Santander sobre la visualización de las caídas de las bombas como para no tenerlos en cuenta (fuentes orales, información de Antonio Ontañon Toca y otros santanderinos).
Autor: Victor Luis Alvarez Rodriguez
*Los datos aquí publicados han sido contrastados con varias fuentes.

Marchando o Al venir al campamento

BANDO : NACIONAL
En los campamentos juveniles se cantaba para terminar las acampadas. La letra primitiva, anónima, apareció impresa en el citado cancionero y ofrecía notables diferencias con el texto que se reproduce aquí, extraído de “Marchas y Montañismo” de 1943.

DECARGAR CANCIÓN
Somos héroes del mañana
llenos de fe y de ilusión,
y en nuestros pechos arraiga
el mas noble y patrio amor.
Somos camisas azules
de la Falange imperial.
Venimos del campamento
con paso alegre y marcial.
Marchad, marchad,
sembrando paz y amor.
Marchad, marchad,
por la ruta imperial.
La herencia que me dejaron
mis hermanos al caer,
son las consignas de lucha
por el nuevo amanecer.
¡Arriba España!, gritemos,
que es consigna juvenil.
Por España lucharemos
hasta vencer o morir.
Marchad, marchad,
sembrando paz y amor.
Marchad, marchad,
por la ruta imperial.
*Los datos aquí publicados han sido contrastados con varias fuentes.

Himno del trabajo

canciones y musica de la guerra civil española
BANDO : NACIONAL
De la época en que España debía lanzarse a la tarea reconstructora y de progreso hasta donde el grito de la Falange aspiraba. Destaca la definición del camarada nacionalsindicalista. Letra de Tomás Borrás; música del maestro Moreno Torroba.
DECARGAR CANCIÓN
Con el rumor de la faena,
ritmo febril de mi taller,
formo el latido de la vida
a una nación que vuelve a ser.
Tiendo la vela de aventura,
que hay otro mundo que encontrar;
siembro la flor junto a la espiga
y se hacen versos en mi hogar.
Soy nacionalsindicalista,
creo en las leyes del amor.
¡Basta de obrero envenenado
y de patrón explotador!
Soy la Falange del trabajo,
para que el bien triunfe del mal;
soy la alegría y la justicia,
y soy la España imperial.
*Los datos aquí publicados han sido contrastados con varias fuentes.

Himno de la bandera gallega de Falange

canciones y musica de la guerra civil española
BANDO : NACIONAL
De los primeros himnos que cantaron las Unidades de Falange Española en la Guerra Civil, surgió en 1936. En principio patrimonio de la Bandera Gallega de Falange, se extendió rápidamente por otras Unidades.
DECARGAR CANCIÓN
Adelante, valientes camisas azules,
limpiemos la Patria del odio y traición,
y en la vanguardia, cara al peligro,
gritos de guerra nuestras canciones son.
El ansia de gloria nos lleva adelante
y vamos haciendo la Revolución,
llevando al aire desplegada la bandera
española de Falange y de las J.O.N.S.
Juventudes de España: Marchemos
al peligro, y en santa hermandad,
por asalto tomemos el mundo,
sin temor al fusil ni al puñal.
Nuestra sangre ha regado las tierras
que algún día fructificará.
Por la Patria inmortal que nos guía,
adelante a morir o a triunfar.
Las Falanges de España han jurado
no tener ni descanso ni paz
hasta ver imperar sobre España
el emblema del yugo y del haz.(bis)
*Los datos aquí publicados han sido contrastados con varias fuentes.

Canción de "El flecha"

canciones y musica de la guerra civil española
BANDO : NACIONAL
Aparecida en 1938, uno de los más prolíficos en canciones juveniles, con letra de Agustín de Foxá. Acierta en la consigna del nuevo amanecer, actualizando, para los Flechas, el mensaje cantado que trasciende del himno de la Falange. La letra actual difiere ligeramente de la primitiva.
DECARGAR CANCIÓN
¡En pie, flechas de España!
Falange es victoriosa.
Dame el fusil pequeño,
que suena ya una clara voz:
-Para que yo creciera
sobre una Patria hermosa,
mis hermanos mayores
cayeron cara al sol.
Un día dejaremos
los viejos camaradas;
escuelas y talleres
e iremos todos a formar
en un soto florido,
al pie de las espadas
porque la Patria joven
ha amanecido ya.
*Los datos aquí publicados han sido contrastados con varias fuentes.

Prietas las filas

canciones y musica de la guerra civil española
BANDO : NACIONAL
Prietas las filas era el himno de las Organizaciones Juveniles de Falange Española y de las JONS.
DECARGAR CANCIÓN
Prietas las filas, recias, marciales
nuestras escuadras van.
Cara al mañana, que nos promete
Patria, Justicia y Pan.
Mis camaradas fueron a luchar,
el gesto alegre y firme el ademán.
La vida en España dieron al morir,
hoy, grande y libre, nace para mí.
Lánzate al cielo,
Flecha de España
que un blanco has de encontrar.
Busca el imperio que ha de llevarte
por cielo, tierra y mar.
Ya las banderas cantan victoria
al paso de la paz.
Ya han florecido, rojas y frescas,
las rosas de mi haz.
*Los datos aquí publicados han sido contrastados con varias fuentes.

Manuel Azaña Díaz

Manuel Azaña Díaz
Manuel Azaña Díaz (Alcalá de Henares, 10 de enero de 1880 - Montauban, Francia, 3 de noviembre de 1940) fue un político y escritor español que desempeñó los cargos de Presidente del Gobierno de España (1931-1933, 1936) y Presidente de la Segunda República Española (1936-1939).

Fue uno de los políticos y oradores más importantes en la política española del siglo XX, además de un notable periodista y escritor. Fue galardonado con un Premio Nacional de Literatura en 1926 por su biografía La vida de Juan Valera. Su obra más conocida es el diálogo La velada en Benicarló, una reflexión sobre la década de los años treinta en España. Sus Diarios son uno de los documentos más importantes para el conocimiento del momento histórico en el que vivió.

Infancia y adolescencia

Manuel Azaña nació en una familia de sólida posición económica y con presencia en la política local y la vida intelectual de Alcalá. Su padre era Esteban Azaña, propietario, y su madre Josefina Díaz-Gallo, ama de casa. El padre, de familia de notarios y secretarios de ayuntamiento, se dedicaba también a la política y llegó a ser alcalde del pueblo; escribió y publicó en 1882 y 1883 una Historia de Alcalá de Henares en dos volúmenes. En cuanto a la familia de su madre, se dedicaba al comercio; procedía del pueblo de Escalada (Burgos). Su nombre, Manuel, era el de su abuelo materno Manuel Díaz-Gallo, de Escalada.

En este pueblo y toda la comarca, sobre todo en algunos pueblos "tenía un gran arraigo Izquierda Republicana, entre otras cosas, porque Manuel Azaña descendía por línea materna de esta localidad”.

Manuel fue el segundo de cuatro hermanos (Gregorio, Josefa y Carlos, eran los otros). Además de sus padres, y sobre todo tras la prematura muerte de estos, desempeñaron un papel importante de protectores durante su infancia su tío materno Félix Díaz-Gallo, con cierta influencia sobre Manuel en lo intelectual, y su abuela paterna.

Estudió en el Colegio Complutense de San Justo y Pastor hasta el bachillerato, que comenzaría en el curso 1888-1889, haciendo los exámenes en el Instituto Cardenal Cisneros, de Madrid. Era un alumno de notas excelentes, predominando entre sus calificaciones el sobresaliente, aunque finalmente culminaría sus estudios de bachiller con la calificación de aprobado.

El 24 de julio de 1889 falleció su madre; unos meses después, el 10 de enero de 1890, su padre. Manuel y sus hermanos se fueron a vivir a casa de su abuela paterna, doña Concepción. Allí, con una constante sensación de soledad, realizaría sus primeras lecturas, gracias a los distintos libros acumulados por su abuelo Gregorio:
Siempre, cada vez que evoque su infancia, la misma metáfora: Manuel Azaña se recuerda en los días de su niñez y adolescencia, sobre todo, como un devorador de libros.

Por decisión de su abuela, Manuel realizó sus estudios superiores de Derecho interno en el recién creado Real Colegio de Estudios Superiores María Cristina de El Escorial.Dado que el colegio carecía de la facultad de expedir títulos de licenciatura, los alumnos debían examinarse por libre en la Universidad de Zaragoza.

Tras tres cursos (el preparatorio y los dos primeros de Derecho), durante el curso 1896-1897 sufrió una crisis religiosa que lo llevó a abandonar el colegio, continuando sus estudios en casa:
No fue hostilidad, tampoco rencor, ni alguna especie de "rebeldía impieteista", como algún fraile ha dictaminado, confundiendo los sentimientos de un joven de dieciséis años que un día dice que no quiere confesarse con los de un ateo militante: fue sencillamente que la religión, en todas las dimensiones en que la había vivido de niño y adolescente, dejó de tener sentido para él.

Durante el curso 1897-1898 editó junto a unos amigos la revista Brisas del Henares, en la que publicó diversas crónicas locales.

El 3 de julio de 1898, en la Universidad de Zaragoza, pasó el examen de grado de Licenciatura en Derecho con la calificación de sobresaliente.
Juventud

En octubre de 1898 se trasladó a Madrid para preparar el curso de doctorado en la Universidad Central. Al tiempo, y gracias a las gestiones de su tío, entró a trabajar como pasante en el bufete del abogado Luis Díaz Cobeña, donde coincidió con Niceto Alcalá Zamora.

En febrero de 1900 solicitó su admisión en los ejercicios de grado y presentó su tesis, titulada La responsabilidad de las multitudes, el 3 de abril, obteniendo el título de Doctor en Derecho con la calificación de sobresaliente. En su tesis, Azaña
establecía que cuando actúa en multitud, el individuo es responsable de sus actos y reconocía que cuando las multitudes alzan la voz amenazando con perturbar el orden es para reclamar algo que casi siempre se les debe en justicia.

Durante esa época, sus lecturas se centran básicamente en obras relacionadas con cuestiones sociales, con el socialismo y con la historia de Francia e Inglaterra.

Desde octubre de 1899 formaba parte como socio de la Academia de Jurisprudencia, donde participaba activamente en diversos debates. En enero de 1902 leyó su memoria sobre La libertad de asociación, en la que abordaba la necesidad de que las órdenes y congregaciones religiosas se regulasen por el Estado, y apelaba al respeto a la libertad de enseñanza para las asociaciones de católicos formadas para ese fin. En otras intervenciones, a propósito de memorias expuestas por distintos socios, Azaña expresó ideas como que lo decisivo para elegir un sistema de gobierno era el grado de aceptación de este, fuese monarquía o república, y la existencia de principios como el respeto a la igualdad entre los ciudadanos, el sufragio universal, la soberanía nacional y las instituciones representativas. En otro caso, apeló a la necesidad de que la ley estableciese una reforma que introdujese una verdadera libertad de mercado, con el reconocimiento de la libertad de asociación del proletariado.

Hacia finales de 1900, Azaña ingresó también en el Ateneo de Madrid, donde expresó frecuentemente su actitud crítica tanto hacia la generación del 98 como hacia el regeneracionismo.

Por otro lado, desde febrero de 1901 empezó a colaborar, con textos literarios y de crítica teatral, en la revista Gente Vieja, firmando con el seudónimo de Salvador Rodrigo, que ya había utilizado en su adolescencia.

Sin embargo, de imprevisto, en 1903 regresó a Alcalá para hacerse cargo con su hermano Gregorio de los negocios familiares: una finca, una fábrica de ladrillos y tejas, y la Central Eléctrica Complutense. Simultáneamente, retomó su actividad literaria concentrándose en la redacción de una novela autobiográfica, La vocación de Jerónimo Garcés. También, volvió a su labor periodística a través de una revista local, La Avispa, fundada por su hermano Gregorio y unos amigos.

Pero el fracaso de los negocios familiares lo llevó a regresar a Madrid y solicitar tomar parte en 1909 en los ejercicios de la oposición a Auxiliares terceros de la Dirección General de los Registros y del Notariado. En junio de 1910 apareció como número uno en la lista de resultados, siendo propuesto para la plaza correspondiente. Tras diverso ascensos naturales dentro del escalafón, en 1929 llegó a ser nombrado Oficial jefe de Sección de segunda clase del Cuerpo Técnico de Letrados del Ministerio de Gracia y Justicia, con un sueldo anual de 11000 pesetas.

Paralelamente a su tarea como funcionario, Azaña siguió desarrollando una labor intelectual. Así, en 1911 pronunció su primera conferencia política en la Casa del Pueblo de Alcalá de Henares. En ella, afrontó el tema de moda, el problema español, pero en vez de centrarse en la solución que la mayor parte de los intelectuales proponían al respecto, la escuela, Azaña mostró su preocupación por el Estado. Así, en su conferencia afirmó que
el "problema de España" consiste en organizar democráticamente su Estado, única medicina para acabar con el "apartamiento de la vida cultural de Europa" (...). [Y que] para lograrlo, es requisito indispensable liberarlo de los poderes sociales que lo mediatizan (...) por medio de la acción política de ciudadanos conscientes de sus deberes.

Ese mismo año, en dos artículos publicados en La Correspondencia de España, Azaña insistió, enfrentándose críticamente a la generación de Pío Baroja, en la necesidad de una actitud política activa por parte de los ciudadanos para afrontar con garantías la solución al problema de España.

Con la intención de seguir cursos de Derecho civil francés en la Universidad de París, solicitó en febrero de 1911 una pensión por un periodo de seis meses que le fue aceptada. El 24 de noviembre llegó a París y allí, hasta su marcha un año después,desarrolló una intensa actividad intelectual de la que dejó testimonio, además de en notas personales, en diversos artículos enviados bajo el seudónimo de Martín Piñol a La Correspondencia de España. Azaña quedó especialmente impresionado por
la visión de París como obra única de civilización que ha sabido aunar (...) la herencia cristiana con la rehabilitación de la razón.

En otros artículos, abordó la importancia de rehabilitar la funcionalidad de los parlamentos como garantes de la seguridad nacional y el concepto de patria, que Azaña asociaba con cultura y con justicia y libertad encaminadas a un bien común.

En París, además de diversas lecturas y visitas culturales a iglesias y monumentos, asistió a mítines políticos y a múltiples conferencias de temáticas variadas, entre ellas unas dedicadas a la historia de las religiones por Alfred Loisy y otras sobre psiquiatría impartidas por Henri Pièron.

Conoció y se hizo amigo de Luis de Hoyos, de cuya hija Mercedes de quince años llegó a enamorarse.

Tras unos días de septiembre en Bélgica, regresó a España el 28 de octubre de 1912.

En febrero de 1913 entró a formar parte de la junta directiva del Ateneo como secretario primero; la avanzada edad y la gran actividad del presidente, Rafael María de Labra, llevaron a Azaña a tener que asumir algunas de las funciones de este, sobre todo desde 1916. Además de revitalizar su biblioteca, Azaña consiguió aclarar determinadas cuestiones económicas que asediaban a la institución.

Simultáneamente, además de recibir clases de alemán, empezó a tomar en serio la idea de escribir un estudio sobre la literatura provocada por el desastre del 98, para lo cual estudió los siglos de la Baja Edad Media, en busca de una explicación de la decadencia española, y entabló un diálogo crítico y polemista con los intelectuales que habían abordado desde finales del XIX la cuestión de ese desastre. Como consecuencia de estas indagaciones, Azaña elaboró un concepto personal de patria en el que niega su existencia medieval (aunque, paradójicamente, buscase en ese periodo a sus padres verdaderos) y que identifica con "la igualdad de los ciudadanos ante la ley; es decir, es democrática."

Por esas fechas, su amistad con Cipriano Rivas Cherif se consolidó definitivamente.

Madurez. Los inicios de su actividad política

A mediados de octubre de 1913, junto con otros jóvenes de la nueva generación intelectual de España y la compañía de José Ortega y Gasset, respaldó con su firma, la primera, un denominado "Prospecto de la Liga de Educación Política de España", que clamaba por la organización de una minoría encargada de la educación política de las masas, vincular la suerte de España al avance del liberalismo y al proyecto de nacionalización, y agruparse con el propósito de ejercer algún tipo de actuación política que abriera, sin salir de la monarquía, las puertas a la democracia.

Políticamente, el manifiesto suponía un apoyo explícito al Partido Reformista presidido por Melquíades Álvarez, al que muchos de ellos, entre ellos Azaña, se afiliaron inmediatamente.

En su primer discurso como afiliado, en diciembre de 1913, Azaña reivindicó, una vez más, la democracia parlamentaria, la necesidad de un Estado laico y soberano, atento a la justicia social y a la cultura, y la imperiosa necesidad de acabar con el caciquismo; por lo demás, rechazó la posibilidad de que su partido pudiese acometer tal empresa con la ayuda de socialistas, republicanos o liberales.

A pesar de sus deseos de presentarse como candidato por el distrito de Alcalá en las elecciones del 8 de marzo de 1914, finalmente no lo hizo, pues estimó que podría provocar problemas en su pueblo por la división política existente. Por lo demás, los malos resultados electorales del partido y la presencia en él de un porcentaje mayor de intelectuales que de políticos, terminó por hacer languidecer a la formación durante un tiempo, mientras se consolidaba el debate sobre si la formación debía aproximarse al Partido Liberal del Conde de Romanones, algo que Azaña rechazaba frontalmente.

El comienzo de la Primera Guerra Mundial llevó a Azaña a posicionarse a favor de los aliados y a desarrollar algunas actividades de apoyo moral a estos. Puso a disposición de diversos intelectuales franceses la tribuna del Ateneo, respaldó un "Manifiesto de adhesión a las Naciones Aliadas" (publicado en España el 9 de julio de 1915) y realizó en octubre de 1916 una visita a Francia con un grupo de intelectuales españoles, que incluyó un acercamiento al frente. Al lado de su admiración por la fuerza cívica demostrada por los franceses durante la guerra, Azaña expresó también su repulsa, lejos de toda mitificación, de los horrores provocados por esta.

La polémica entre pro-aliados y germanófilos, permanente a lo largo del conflicto, se recrudeció cuando los primeros decidieron criticar explícitamente a los segundos. Así, el mismo semanario España publicó un manifiesto redactado por una llamada Liga Antigermanófila, que Azaña firmó.[14] Como apoyo intelectual al movimiento, pronunció también una conferencia en el Ateneo con el título de "Los motivos de la germanofilia", donde incidía en la idea de que la neutralidad de España en la Gran Guerra tenía como motivo real la carencia de medios militares del país; por lo demás, explicando la valerosa resistencia de los franceses, reiteraba su principio de que el patriotismo estaba directamente vinculado a la virtud cívica, el móvil ideal de los ciudadanos como miembros de una sociedad política.

En septiembre de 1917, Azaña realizó un viaje a Italia junto a Unamuno, Américo Castro y Santiago Rusiñol para visitar los frentes de guerra; en noviembre de ese mismo año, viajó de nuevo a Francia con el mismo objetivo.

A su vuelta, y desde enero de 1918, inició un ciclo de conferencias en el Ateneo sobre "La política militar de la República francesa", tema que le venía ocupando desde hacía tiempo y que, finalmente, terminaría concretándose en un proyecto de obra en tres volúmenes sobre Francia del que solo llegaría a publicarse el primero, precisamente sobre esa cuestión militar.

La tesis de Azaña era que la sociedad moderna se funda en un contrato en el que los individuos aceptan alienar una parte de su libertad en pro de la formación de la colectividad; el Ejército nacional es una de las instituciones que actualizan ese pacto, y la que con mayor gravedad lo hace. En defensa de la nación, los ciudadanos, sin distinción de clases, han de estar dispuestos a dar no ya unos años de su vida, sino su vida entera si es necesario.[16]

Por lo demás, Azaña entendía que el Estado moderno crea la nación, pero, al tiempo, como sistema opuesto al característico de las sociedades premodernas, crea también al individuo, dotado de derechos inalienables que le permiten, a su vez, defenderse del Estado.

Como consecuencia de esta dedicación al tema militar, fue el encargado en el Partido Reformista de desarrollar la parte ideológica del mismo sobre Guerra y Marina; básicamente, Azaña propuso alejar al ejército de la política, reducir el número de oficiales o, al menos, impedir su crecimiento y reducir el tiempo del servicio militar.

Mantuvo al tiempo su incipiente interés por la política y se presentó como candidato a las elecciones generales del 24 de febrero por el distrito de Puente del Arzobispo; asumiendo la necesidad de la unidad, apelaba en sus charlas con los ciudadanos a la unión de las izquierdas e insistía en transmitir su idea de patria como cualidad de hombres libres. También, realizó en estos primeros mítines sus primeros ataques directos a la Corona y unas primeras referencias a la posibilidad de una revolución, por la fuerza si fuese necesario, para cambiar el statu quo de la realidad española. Consiguió 4139 votos, que no fueron suficientes para convertirle en diputado.

En mayo de 1919, en un mítin convocado por el Partido Reformista para denunciar la entrega del decreto de disolución de las Cortes al gobierno de Antonio Maura, Azaña participó con un discurso en el que habló del hundimiento de sus esperanzas liberales, asociando el liberalismo con los derechos de los trabajadores como individuos. El mítin alejó definitivamente a los reformistas de cualquier esperanza de reforma del régimen establecido y los acercó a las izquierdas, especialmente a los reclamos de los socialistas.

Simultáneamente a lo anterior, junto a varios intelectuales republicanos, socialistas y reformistas, participó en la creación de la Unión Democrática Española para la Liga de la Sociedad de Naciones Libres, que reclamaba una democracia plena para España. Las buenas relaciones entre los políticos de esas facciones se consolidaron aún más con una serie de conferencias (titulada "El actual momento político") que, con motivo de la crisis política española de finales de los años veinte, se desarrollaron en el Ateneo desde abril de 1919.

Entre octubre de 1919 y abril de 1920 vivió en París junto a su amigo Rivas Cherif, y trabajó como enviado especial del diario El Fígaro enviando artículos sobre la situación política en Francia tras la guerra y sobre la crítica a esa guerra.

A principios de año, rompió sus relaciones con el Ateneo dimitiendo como secretario, en lo que sería un indicio de unas nuevas inquietudes intelectuales que se verían materializadas con la fundación, junto a Rivas Cherif, de una revista literaria que contaría con el mecenazgo del arquitecto Amós Salvador. Así, en junio de 1920 salió a la calle La Pluma, Revista Literaria. Azaña, en sus colaboraciones, tocó los más variados registros, desde el folletón a la crítica literaria, pasando por el ensayo político.

En 1923 fue encargado de reflotar la revista España, para lo cual hubo que sacrificar a La Pluma. Azaña incrementó su colaboración política y reflejó sus impresiones sobre los derroteros del Partido Reformista, que en diciembre de 1922 había situado a uno de sus miembros, José Manuel Pedregal, como ministro de Hacienda, y dirigió con mayor insistencia sus críticas a la dependencia del gobierno de militares e Iglesia.

En abril de 1923 repitió su candidatura al Congreso por el distrito de Puente del Arzobispo, obteniendo unos resultados similares a la vez anterior.
La reacción ante el golpe de estado de Primo de Rivera

El golpe de estado de Miguel Primo de Rivera fue un momento crítico en su evolución política. En primer lugar, lo llevó a romper con el Partido Reformista porque entendió que su base doctrinal y moral era insuficiente para hacer frente a la situación política de España. Básicamente, Azaña entendió que el Partido se había fundado para democratizar la monarquía, conservando su forma y su prestigio histórico, pero en modo alguno su arbitrariedad inherente, por lo que su aceptación del golpe podía considerarse una traición sencillamente imperdonable y un fracaso en la línea del partido que no supo ver la imposibilidad de confiar en la monarquía. Derivado de lo anterior, en segundo lugar, Azaña rompió también con la monarquía. Y en tercer lugar, se alejó definitivamente de muchas de las figuras del 98 y del regeneracionismo, que tomaron la Dictadura como una oportunidad para romper con el régimen anterior, algo que para Azaña era impensable.

Como consecuencia de todo ello, Azaña terminó por identificar la democracia con la república y postuló como base para intentar alcanzarla la unión de republicanos y socialistas. Así, emplazó a Julián Besteiro y a Fernando de los Ríos a simbolizar ese nuevo movimiento de acción política capaz de oponer al bloque avasallador de las fuerzas oscurantistas coligadas, la resistencia primero, la contraofensiva después, de la voluntad liberal latente so la mentida resignación del país.

Cerrada la revista España por la censura, en mayo de 1924 terminó de redactar un manifiesto titulado Apelación a la República que, finalmente, tras numerosas negativas por parte de amigos y compañeros para facilitar su distribución, se publicó en La Coruña de forma clandestina. El núcleo del manifiesto era la idea de que la monarquía era lo mismo que absolutismo, y que la democracia solo era posible en la república; por lo demás, abrió las puertas a una gran alianza política en la que los integrantes solo deberían confirmar su aceptación de lo anterior, esto es, solo deberían reconocer su esencia liberal en el sentido más elemental del término: el individuo como sujeto de derechos y la nación como marco donde el hombre libre cumple sus destinos. Azaña ideó, pues, una acción republicana en la que fuesen de la mano el proletariado y la burguesía liberal. El manifiesto no tuvo grandes adhesiones.

Anulada cualquier posible iniciativa por el control de la dictadura, Azaña se refugió en su afición a escribir y empezó a participar en una especie de tertulia clandestina que se celebraba en el laboratorio que el farmacéutico José Giral tenía en la calle de Atocha en Madrid. Allí empezó a trabajar de una forma más activa en la preparación de la República, algo que se materializó en un nuevo manifiesto escrito en mayo de 1925. Ideológicamente, este manifiesto reiteraba lo dicho en la Apelación, pero incorporaba la novedad de que se conformaba como el germen o la materialización de un grupo político constituido a finales de 1925 por los miembros de esa tertulia que se denominó, en principio, Grupo de Acción Republicana o Grupo de Acción Política. La denominación respondía al deseo de no verse confundidos con los partidos políticos tradicionales y abrirse paso como posible punto de unión entre ellos, según la idea de alianza liberal enunciada por Azaña en sus manifiestos. En este sentido, una de sus primeras aproximaciones la realizaron al Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux.

Con motivo de la celebración del aniversario de la Primera República, el 11 de febrero de 1926 marcó el inicio oficial de las actividades del Grupo de Alianza Republicana, el nombre con el que finalmente se conocería al grupo del que Azaña sería su representante. En su circular número 1 recordaba, en forma de "Manifiesto al país", que no pretendía ser un partido político sino un punto de articulación para el republicanismo; además, reivindicaba una ordenación federativa del Estado, atención a la educación, medidas de reforma agraria y de legislación social, etc.

Con todo, la dictadura, reforzada por la calma en Marruecos, anulaba cualquier iniciativa pública de cariz político. Hacia 1926 las relaciones con Lerroux quedaron fijadas y Azaña participó en casa de este en las reuniones de la junta interina de Alianza; también, en varias ocasiones se involucró en proyectos de insurrección militar contra la dictadura.

Azaña hubo de refugiarse frecuentemente en su actividad de escritor. En 1926 fue galardonado con un Premio Nacional de Literatura por su Vida de don Juan Valera, que finalmente no publicaría. Volvió también a su reflexión sobre la relación entre las ideas del grupo del 98 y la dictadura, y sometió a una fuerte crítica al Idearium español de Ángel Ganivet. Igualmente, sometió a análisis la revolución de los comuneros, en la que vio un antecedente de las revoluciones del tercer estado, que quedaría desde entonces enfrentada a la monarquía y la nobleza. Reforzaba así su idea de la necesidad de unión política entre la burguesía y la clase obrera para, desengañado ya de la posible evolución, retomar la vieja idea desechada en el pasado de que el camino era la revolución que acabase con el poder de la alianza entre la Corona y la oligarquía.

En 1927 publicó El jardín de los frailes, narración con componentes autobiográficos, que fue bien recibida por la crítica en general. El drama que describe en ella es el de la constitución del individuo, en el que la enseñanza recibida es sometida a una fortísima crítica. Se dedicó también con especial interés al teatro, representándose en 1928 su obra La Corona.

En cuanto a su vida personal, el 27 de febrero de 1929 se casó con Dolores de Rivas Cherif en la iglesia de los Jerónimos de Madrid.

El liderazgo republicano

A principios de 1930, la retirada de Primo de Rivera provocó un revulsivo en la situación, haciendo que el sentimiento republicano se reactivase. Así, el 8 de febrero se presentó públicamente el grupo de Acción Republicana y Azaña retomó su idea de una gran coalición de fuerzas políticas unidas por su actitud pro-República, con la novedad de que, en esa ocasión, prescindió de forma explícita de todo lo que no fuese izquierdas. Y subrayó que la República
cobijará sin duda a todos los españoles; a todos les ofrecerá justicia y libertad; pero no será una monarquía sin rey: tendrá que ser una República republicana, pensada por los republicanos, gobernada y dirigida según la voluntad de los republicanos.

Simultáneamente, Azaña hubo de abordar también el problema catalán; desde su punto de vista, aunque no concebía una separación, reconoció que, de darse la voluntad por parte de Cataluña de separarse de España, habría que permitirlo.

En junio se hizo con la presidencia del Ateneo, y lo puso al servicio de la movilización republicana, en la que estaba metido de lleno con el objetivo inmediato de conseguir un frente unido. Así, logró primero un pacto entre la Alianza y el Partido Radical Socialista, y poco después otro con los partidos Radical Socialista y Federal y la Federación Republicana Gallega. Al tiempo, con el auspicio de Miguel Maura se consiguió formar una Derecha Liberal Republicana con jóvenes ex monárquicos.

El domingo 28 de septiembre de 1930 se celebró un multitudinario mitin republicano en la Plaza de toros de Madrid. Entre otros, habló Azaña, que saludó a los asistentes como manifestación de la voluntad nacional y los identificó con unas Cortes espontáneas de la revolución popular, repitiendo su vieja idea de la importancia de los individuos en la conformación de la República e insistiendo en lo ineludible de la revolución popular para conseguir el cambio del statu quo:
Seamos hombres, decididos a conquistar el rango de ciudadanos o a perecer en el empeño. Y un día os alzaréis a este grito que resume mi pensamiento: ¡Abajo los tiranos!

Finalmente, quedó constituida la Alianza Republicana, con presencia de los radicales de Lerroux y de los de la Acción azañista. En octubre se invitó a los socialistas a integrarse en la alianza, que estaban divididos al respecto entre los contrarios como Besteiro, y los favorables como Largo Caballero. Teniendo en mente una inmediata insurrección, Azaña y Alcalá-Zamora les pidieron que el pueblo trabajador acompañase al ejército cuanto el levantamiento se produjese, para que los militares, el pueblo y la clase media fuesen sus protagonistas, y no solo el ejército. Los socialistas aceptaron a cambio de dos puestos en el comité revolucionario de la Alianza.

En ulteriores reuniones, se decidió que para el día del levantamiento se decretase una huelga general en toda España, se preparó un manifiesto que habría de difundirse previamente, llamando a la revolución (justificada por ellos en tanto que el estado de España era de tiranía) y se diseñó el Gobierno Provisional que habría de asumir el poder, en el cual Azaña se encargaría del ministerio de Guerra.

El 15 de diciembre de 1930, día proyectado para la insurrección, los acontecimientos se torcieron y los principales líderes republicanos fueron detenidos. Azaña consiguió esconderse en casa de su suegro, donde durante casi un mes se dedicó a escribir su novela Fresdeval, en la que fabula la historia de su familia en la Alcalá de Henares del siglo XIX y expone su crítica a los liberales por no haber sabido aprovechar la Guerra de la Independencia para fundar la nación.

Segunda República Española

Aun escondido, Azaña continuó vigilando el desarrollo de los acontecimientos. Intentó apoyar la validez, siquiera provisional, del gobierno diseñado el 15 de diciembre y, ya en vísperas de las elecciones municipales que lo precipitarían todo, concedió el sentido de plebiscito a estas y avanzó la posibilidad de una manifestación de la voluntad popular que, sin el impedimento del ejército, constituiría una suerte de "alzamiento nacional".[21] Por fin, el día 12 de abril de 1931 la coalición republicano-socialista triunfó en la elecciones municipales en las capitales y principales poblaciones. Ante el entusiasmo de la población en Madrid, que salió a la calle, Azaña fue recogido de la casa donde estaba escondido por sus compañeros y se dirigió junto a ellos hasta la Puerta del Sol, para asomarse posteriormente al balcón del Ministerio de la Gobernación.

Esa misma noche, acompañado por el capitán de artillería Arturo Menéndez, se presentó en el Palacio de Buenavista, donde se encontró con el subsecretario del Ministerio del Ejército, general Ruiz Fornells. Se hizo cargo del Ministerio y así se lo comunicó a todas las guarniciones militares, a las que pidió patriotismo y disciplina; posteriormente, mediante decreto, estableció la obligación de todos los miembros del estamento militar de prometer su adhesión y fidelidad a la República, quedando sin efecto el hecho a las instituciones en ese momento ya desaparecidas. Con el decreto conocido como de retiros o ley Azaña, inició un proceso de reducción de efectivos militares. En general, la intelectualidad elogió esas medidas, pero causó malestar en altas jerarquías militares.

Como consecuencia de la llegada de la República, y con vistas a las inminentes elecciones de Cortes Constituyentes, el grupo político de Azaña, Acción Republicana, se convirtió en partido político, decidiéndose por una orientación izquierdista. A lo largo de su primera Asamblea nacional, celebrada a finales de mayo, perfilaron su programa político cuidándose mucho de mantener una posición intermedia entre los socialistas y los radicales de Lerroux. En el mitin inaugural de la campaña, en Valencia en junio, Azaña reiteró el objetivo de romper radicalmente con el pasado y de reconstruir el país y el Estado, para lo cual se hacía necesario triturar al caciquismo.

En las elecciones del 28 de junio, Acción Republicana consiguió 21 diputados. Su maniobra consiguiente fue intentar no quedar subordinado a Lerroux ni romper con los socialistas, reforzando la Alianza y sosteniendo para su partido una posición izquierdista, que quedaría plenamente definida en su segunda Asamblea nacional, celebrada en septiembre, quedando Azaña como presidente. Allí, en el discurso de clausura, subrayó la necesidad de que la República penetrase en todos los órganos del Estado, y apuntó de forma explícita al ámbito educativo, en concreto a los colegios controlados por órdenes religiosas.

Sobre este asunto versó uno de los momentos críticos en la elaboración del proyecto de Constitución, cuando se discutió el artículo 24 (luego sería el 26). En principio, además de sancionar el sometimiento de las religiones, en tanto que asociaciones, al Estado, el artículo establecía la disolución de las mismas y la nacionalización de todos sus bienes. Tanto la jerarquía católica como varios políticos, entre ellos Alcalá Zamora (presidente de la República), reaccionaron negativamente, por lo que se hizo necesario una reformulación del artículo para no bloquear la formación del gobierno. Azaña, con el temor de que tanto Alcalá Zamora como Maura e, incluso, Lerroux, se desvinculasen del gobierno dejando a este exclusivamente en manos de la izquierda, decidió apoyar esa nueva redacción, en la que se suavizaban los elementos más conflictivos: se disolverían solo las órdenes con voto especial de obediencia a una autoridad que no fuese el Estado (los jesuitas) y se prohibiría el ejercicio de la industria y el comercio para el resto.

El día 13 de octubre hubo de pronunciar un discurso en el congreso con el objeto de hacer reflexionar a los más izquierdistas sobre la conveniencia de aceptar la nueva redacción del artículo. El no incorporar la disolución de todas las órdenes religiosas centraba en sus justos términos lo que, en sus palabras, era el mal llamado problema religioso, pues este
"no puede exceder de los límites de la conciencia personal"; es un problema político, de constitución del Estado. Se trata de organizar el Estado de acuerdo con una premisa que la proclamación de la República convierte en axioma: "España ha dejado de ser católica".

Así, pues, Azaña expuso su idea de que el tronco central de la cultura española ya no era católico, y que no había vuelta atrás. Su idea era que había que sustituir esa religión nacional por otra de carácter laico. De ahí que para Azaña fuese suficiente con la prohibición a las órdenes religiosas de enseñar y con reclamar la libertad de conciencia para los ciudadanos.

De todo lo anterior, se derivó el hecho de que entre abril y octubre Azaña había reformado por completo la política militar y religiosa de España. El impacto emocional de todas esas semanas sobre Azaña lo resumió el mismo con una frase: parecía estar presenciando lo que le sucede a otro.

Por lo demás, a medida que avanzaban las semanas, la dificultad para formar gobierno hacía que las miradas se dirigiesen hacia Azaña como posible presidente. La votación favorable al nuevo artículo sobre la cuestión religiosa provocó la dimisión de Alcalá Zamora. Maura, que también había dimitido del gobierno, apuntó a que solo había dos posibilidades de sustitución: o Lerroux o Azaña. Lerroux desechó su candidatura y señaló que Azaña era el hombre ideal, en tanto representaba a un partido minoritario que podía servir de puente entre los mayoritarios.

*Los datos aquí publicados han sido contrastados con varias fuentes.